EL MEDICO, EL HUMANISTA Y LA ESCRITURA EN MEDICINA

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Dr. Mario A. Trelles
Doctor en Medicina y Cirugía
Especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora
Instituto Médico Vilafortuny, Fundación Antoni de Gimbernat
Cambrils, Tarragona, España.
Editor Internacional de la revista Dermatologic Surgery Lasers in Medical Science (Londres)
Presidente de Honor de ESLAS: European Society For Laser Aesthetic Surgery; Presidente del Consejo de Dirección de la European Laser Association (ELA) y Presidente de la Sociedad Española de Láser Medico Quirúrgico (SELMQ)

  

EL MEDICO, EL HUMANISTA Y LA ESCRITURA EN MEDICINA

Cuando el médico se siente tentado de comunicar sobre su experiencia, está tocando muy de cerca su naturaleza de hombre y su vocación de sanador. Aun más, se siente empujado por las circunstancias de las situaciones que ha vivido y la época en que estas se desarrollaron. No obstante, al escribir, el médico debe despersonalizarse y hacer esfuerzos que pueden llegar a ser desmesurados en tanto que, en su intención, lo que se propone escribir pretende que sirva para algo... y por qué no, para trascender.

Una vez completado el escrito, él mismo deberá engrandecerse para, dejando el tono helado, hacerlo adoptar la belleza de la literatura y la transparencia de la comunicación sin circunloquios que beneficien el acercamiento inteligente al lector, para ayudarle a conquistar triunfos válidos en su práctica clínica. Bien pensado estos son principios básicos que acompañan la felicidad y la satisfacción de cada autor; sin dejar de lado ni olvidar la ciencia, es decir sin llegar al punto de abstraerse y perder el rumbo del cometido final. Los manuscritos médicos no tienen porqué parecerse todos, pero deben servir para unir aún cuando los temas parezcan tan separados, tan distintos. Sería imperdonable la existencia de un desajuste entre los detalles y la proyección del escrito con la propia inspiración personal del que escribe.

Una comunicación médica debe constituir un ejemplo de pasión y compromiso. Pasión porque tiene el valor de ser analista y autocrítica, y ofrecer de forma llana una observación muchas veces inédita y que generosamente se desea compartir. Compromiso, porque es volcarse, es vaciarse por entero ofreciendo la propia experiencia, aun a riesgo de que los lectores acaben teniendo juicios diametralmente opuestos con el núcleo del trabajo. Aunque esto sea así, el autor no puede ni debe guardar rencor por ello.

El autor cuando envía su trabajo debería pensar que "disfrute quien tenga paladar"; pero debe estar preparado para admitir mucha de su ignorancia en el vasto territorio de la Medicina, rechazando cualquier atisbo de soberbia y reconociendo los límites del mundo médico y sus propias particularidades como hombre.

Quizás es que hay médicos que quieren saber y otros que no. Me refiero al saber general, a aquel profesional que desea conocer precisamente sobre el conocimiento que atesoran las bibliotecas y los laboratorios, en contraste con aquel que se esfuerza en proyectar su limitada experiencia sin darse cuenta de la parquedad de su saber. Seamos de aquellos que tienen ansias de seguir y que no quieren decaer con el tiempo; aquellos que siguen buscando el saber y no se rinden.

Cuando se escribe se debe olvidar la timidez. Un manuscrito científico es solo la experiencia analizada y ordenada que se sedimenta en un lenguaje comprensible para los lectores. Debe ser la explicación de cómo se puede proceder dando ideas, si cabe innovadoras, útiles para la práctica normal profesional de cada día. En mi entender, la organización y desarrollo de un estudio puede compararse a un disparo efectuado con técnica y con finalidad precisa. La pólvora deberá entonces ser la cultura junto a la habilidad medida, que con dirección certera se dirige a la diana para originar comprensión, interés y, sobre todo, despertar el sentido dormido que yace en cada uno de nosotros, los lectores, como aprendices de comunicadores potenciales. Abandonemos si se quiere, por qué no, la idea de la estructura cuadrada de un trabajo, porque la formalidad no es sinónimo de rigidez. Ciertamente si no se tiene en cuenta este último detalle, la estructura de una comunicación bien planteada se convierte en frágil. Un trabajo realizado con seriedad, pero también con sencillez, es un buen punto de partida para lograr una comunicación altamente sólida.

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